“Brindar a los que llegaban con la Virgen era la ilusión de mi marido”

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“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, escribía Antonio Machado en sus versos. Un verso que cobra vida si hacemos referencia al Camino de El Socorro, un recorrido que ha realizado una multitud de peregrinos que acompañan cada 7 y 8 de septiembre a la imagen de la Virgen, en su trayecto desde san Pedro hasta el Caserío, donde se la homenajea con distintos actos.

La Bajada y la Subida de El Socorro es realizada por miles de personas cada año, agasajadas de manera anónima y voluntaria por vecinos y vecinas del caserío que abren sus casas y sus cocinas ofreciendo buenamente lo que pueden.

La casa de Lucila ha sido, durante años, un ejemplo de hospitalidad y convite para los peregrinos de El Socorro. Lucila Morales Gómez, junto a su esposo Pablo Cabrera Serrer, ya fallecido, comenzaban desde principios del mes de junio con los preparativos para esta celebración, ya que no disponían de una economía familiar holgada y debían comprar, poco a poco, lo que iban a precisar para convidar a sus invitados.

“Me gustaría que esto fuese una especie de homenaje a mi esposo. Su ilusión era vivir esta fiesta como lo hacía: brindando con algo de beber y comer a los que se encontraba en el camino o a los que entraban en casa buscando un poco de fresco”, nos dice Lucila, natural de El Socorro.

 “Nosotros, meses antes del 7 de septiembre, ya comenzábamos a limpiar y preparar el lugar donde recibíamos a las personas, y a comprar lo que necesitábamos: refrescos, cervezas, gofio, garbanzas, costillas, almendras…, lo íbamos adquiriendo poco a poco y aprovechando las ofertas que encontrábamos. También mi marido guardaba el garrafón de vino que le traía algún amigo o lo que nos trajesen. Y así íbamos ajuntando todo para tenerlo ese día”, subraya.

Nos cuenta Lucila que todas las viandas y bebidas que preparaban para convidar a los visitantes, salían de su cocina y de lo que podían ahorrar de un año para otro, ya que lo que ofrecían era desinteresadamente. Un día antes de la Bajada, el matrimonio comenzaba con los preparativos. “Partíamos en rodajas un saco de pan y lo untábamos con chorizo. Preparábamos la caja de dulces que comprábamos. Matábamos gallos y gallinas, con los que hacíamos 50 litros de caldo. Amasábamos gofio y hacíamos cientos de pellas de almendras, también de galleta de coco con leche condensada. La gente entraba a la cocina, se servía el caldo, lavaba la tacita y allí quedaba para él siguiente. Más de mil personas entraban en la casa ese día”.

Escuchar a Lucila es revivir esos preparativos y reconocer a su marido en sus palabras de amor, respeto y admiración. Pablo comenzó con estos agasajos hace, aproximadamente, 39 años, con 2 cestas en una burra y con 2 garrafones de vino “¡Era su fiesta favorita y no había quien se la quitara! Ese día cantaba una canción, compuesta por él mismo. En una de sus estrofas decía: si pasaras por El Socorro y yo aquí no estuviera, puedes decir que murió Pablo Cabrera.

Cada año, desde el 2013 en el que falleciera Pablo, sus hijos y en su recuerdo, siembran albahaca y, en las fiestas de El Socorro, enraman su tumba con ella.

Tras dos años sin ver la presencia de la Imagen en el Camino de El Socorro, en este septiembre volverá a pasar por la casa de Lucila, quien, aunque este año no hará agasajo, “porque seguimos en pandemia y me da respeto el virus”, sí que acompañará a la Virgen en el recorrido y pedirá salud para, “en el próximo 2023 volver a abrir las puertas de mi casa y ofrecer descanso a los peregrinos”.

La Albahaca 2022

Texto: Tere Coello


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